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El comentario de hoy, martes 7 de enero 2025

El pasado mes de diciembre, pero, particularmente los últimos días, el gobernador Salomón Jara anunció algunos ajustes en su gabinete legal y ampliado. Hizo nuevas designaciones en 5 secretarías: Bienestar, Tequio e Inclusión; Movilidad; Interculturalidad, Pueblos y Comunidades Indígenas; Infraestructuras y Comunicaciones, así como en Cultura y Artes.

Asimismo, designó a nuevos titulares del COBAO, ICAPET, Pensiones, Instituto Estatal de Educación de Adultos, del Patrimonio Cultural y del Archivo General del Estado. Y nombró al menos 6 subsecretarios en diversas dependencias: Turismo, Gobierno, Educación, Administración, Trabajo y Movilidad. Sin embargo, tal parece que las cartas de presentación de la mayoría de los recientemente ungidos reflejan más de lo mismo: inexperiencia, falta de tablas en la gestión pública y simples compromisos políticos.

Algunos de los funcionarios que fueron sustituidos habrían incurrido en prácticas de corrupción o sus áreas fueron objeto de diversas observaciones por parte de la Secretaría de Honestidad y Transparencia. En otras, eran ya un secreto a voces los manejos turbios como en el Colegio de Bachilleres -COBAO- o de un vulgar nepotismo, como en la Secretaría de Bienestar. No obstante, una revisión crítica y minuciosa de lo que ocurre en cada dependencia o entidad, podría dar muchas sorpresas.

Pero de todo el paquete de nuevas designaciones hubo una que ha generado indignación y repudio social. Y es el nombramiento de Flavio Sosa Villavicencio, como titular de Cultura. Para los oaxaqueños siguen vivos los disturbios del 2006, las barricadas, la muerte de inocentes, además del incendio de edificios públicos y domicilios particulares, el 25 de noviembre de ese año. Hay memoria y los agravios siguen presentes.

No se trata de estigmatizar a nadie ni, mucho menos satanizar al cuestionado funcionario. Pero existe todo un historial de trapecismo político, traiciones y oportunismo. Nadie olvida cuando le levantó la mano al ex presidente Vicente Fox, candidato entonces del Partido Acción Nacional (PAN), en el año 2000 ni los señalamientos de presuntos sobornos a raíz de la asonada en 2006, del cual fue cabecilla.

Tampoco la presión para el cierre de conocida empresa de refrescos y agua purificada en sus rumbos de Coyotepec, en su papel de activista social, ni el pago millonario que habría recibido por parte del municipio de San Agustín de las Juntas, por la presunta indemnización por los terrenos del Aeropuerto. Se cuestiona, ante todo, su falta de principios e incongruencia política. De la ética mejor ni hablar. Su designación pues, representa una bofetada a los oaxaqueños, sobre todo, para quienes fueron las verdaderas víctimas del 2006. (JPA)

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